Yo no me vuelvo a enamorar. Lo había decidido no ya resignada, sino con la convicción de quién sabe exactamente de lo que habla. Yo ya lo sabía, lo había experimentado ya cuántas veces? Ya sabía de qué se trataba, ya me había peleado, reconciliado, hecho amiga de mis ex, amante de mis ex y yo qué sé cuántos tipos de relación había experimentado ya.
No era ese pensamiento absurdo de algunas mujeres de “ya no hay hombres” o “todos están comprometidos, casados o algo” o “todos forman parte de un todo en el que no hay intervención posible de mi parte”, como si ese “todos” fuera una sola figura mitológica con varios ojos y cabezas de la que nos volvíamos una y otra vez a decepcionar.
No, no era eso. Sólo era un convencimiento profundo de que yo sola podía contra el mundo. Más que nada era el cansancio que me provocaba una y otra vez conocer a alguien y una y otra vez repetir la misma historia. Era eso. Puro aburrimiento. Y yo me divertía muy bien solita.
Era ni más ni menos que una declaración de principios. Ya no más primeras citas, ni segundas; claro que si no hay primeras no habrá segundas pero en ese momento no lo pensé.
Mientras me tomaba un mate con miel me sonó el teléfono. En algunos momentos de mi vida eso me hubiera puesto contenta. Esta vez me resultó una interrupción algo molesta a mis pensamientos y a mi mate.
Ah! Ufff otra vez ese pesado con el que tuve una de esas primeras citas de las que no quería volver a tener. Parece que quería una segunda… ah de esas tampoco quería… Igual este era uno más de esos locos que conocí por internet, o en la calle, o en una fiesta, todos eran lo mismo, no importaba demasiado dónde… igualmente siempre conocía todos locos y todos conflictuados y todosquenoquieren compromiso y todos todos todos… ayyyy el monstruo mitológico otra vez! No, yo no era así… qué me estaba pasando? Me estaba convirtiendo yo en un monstruo también?
Tomé un poco de aire y ahí seguía el mensaje sin contestar. Bueno, algo le tengo que decir, pensé… qué quiere? Un café? Mmmmm “Bueno dale” enviar.
Y me dije por qué no? Si, ya sé, mi declaración de principios… A decir verdad, nunca creí demasiado en esas cosas…

No hay comentarios:
Publicar un comentario